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como lasotras, rezo como las otras, trabajo como las alto á nineuún acto de comunidad; ¿qué másse me puede No cum- plo con esto? Pero, hija, te diré VO, ¿con todas esas otras, no me meto con nadie, i pedir! ¿ cosas que tú haces, llenas el objeto para que Dios trajo al convento? ¿Tú crees que Dios te llamó á la religión sólo para eso? ¿Piensas que Dios te puso don de estás, sólo para asistir á los actos de comunidad, rezar de prisa el divino oficio; hacer la oración de cual- quier modo, y luego pasar el resto del día paseando pot casa, charlando con las hermanas, entretenida en pasatiemp s, fomentando vanidades, haciendo labo- res de tu capricho, ó tu santa voluntad ? Pues, si esto | pier sas, te engañas miserablemente No Le puso Dios ahi para eso; entiéndelo bien: Posui vos ut eatis: te i puso para que adelantes, te aproveches en espiritu. y ecrezcas en perfección. ¿Lo has hecho así? Pues enton- ces nada tengo que decirte; pero si no lo has hecho, eres religiosa no más que de nombre. La razón es bien patente; porque una cosa sólo es buena, cuando llena el objeto para que fué hecha. Una pluma hecha para escribir, si en vez de letras, no hace más que borrones, es una pluma de puro nombre que merece ser tirada á la basura. Pues del mismo modo, una reli- giosa traida por Dios al claustro para adelantar en virtud, si no adelanta, es religiosa de solo nombre, es un árbol seco en tiempo de primavera, árbol que sólo merece ser cortado y arrojado al fuego. Muy engañado v1ve quien crea que le basta á un religioso con no querer ofender á Dios, ni hacer mal á nadie, porque esto no es sino la mitad de sus obli gaciones, y la mitad más fácil de cumplir. La otra mitad, que es la más difícil, consiste en ese adelanto continuo que Dios exige de nosotros, en esa aspiración constante de crecer más en virtud. Todo religioso, por el solo hecho deserlo, está obligado á caminará la per- fección; y deja de cumplir esta obligación sagrada, desde que deja de caminar; y deja de caminar, desde