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26 nuto hilo de agua, casi invisible á los ojos: aquel hilo 0 recentó el agujero, y cuando lo vinieron á notar, el bajel se inundaba y zozobraba, y se hubiera sumer- gido, si una mano experta no lo desocupa y tapa la peligrosa abertura. Esta barquichuela he sido yo: yo, que cuando más esmero debía poner en servir 4 mi Esposo y mi Dios con toda fidelidad, comencé á no ra caso de cosas pequeñas, á despreciar los temores de mi conciencia, á desoir las inspire aciones de la gracia, á negarle á Dios los pequeños y, diarios sacrificios que él me pe- día, hasta que lo alejé de mí, y dejé abierta en mi alma la entrada á las aguas de la relajación que pe- netraron en ella y casi la hicieron zozobrar. ¡Ay de mi! este bajel se hubiera sumergido en el mar ama1- go de la culpa, si una mano experta y bondadosa, no desaloja aquellas aguas y cierra aquella abertura. ¡Con que confusión lo escribo! Joven incauta, necia y loca, corrí por los verdes prados de mis antojos é infidelidades, hasta llegar á caer en oscuro y seco pozo: porque no tenía aguas, no me ahogué, que de tenerlas..... infeliz de mi! Pero si las aguas de la iniquidad no me ahogaron, estuve á punto de perecer por consunción en el pozo de la tibieza. ¿Cómo no bendecir la mano que me sacó de él? ¿Cómo no llorar el tiempo que en él es- tave metida? Desde el profundo abismo de mi pasada miseria clamo á tí ¡oh Dios mío! para darte gracias por tus favores y dolerme de mis ingratitudes. ¿Cómo pude entibiarme en tu servicio? ¿Cómo vivir sin ti? A tí que estás siempre á mi lado, cual amantísimo Espo- so ¿cómo pude mirarte cual se mira á un amo ausen- te? ¡Perdón, Señor! perdona áá la ingrata que no supo nunca corresponder á tus amores.
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