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con hojas de laurel, simbolo de la victoria; y cuando lograba corregirme bien de algún' defecto, lo signi- ficaba, poniendo medio caido en el ramo un palito de pino verde, como diciendo: Ya cayó otro coloso! Las últimas flores que puse en su altar antes de profesar, fueron el girasol y la siempreviva; pro- testando, ¡oh Jesús mío! que siempre viviría para tí y solo para tí: que tú serías el sol alrededor del cual girarían todos los afectos de mi alma. Pero á qué entretenerme en contar más menuden- cias? A qué hablar de lo que sólo á mí me importa? Ay, obediencia santa! conténtate con esto y no me exijas más: por piedad! por Dios lo pido! Permíteme dejar en el tintero, lo que por mi pasó, mientras fui su Prometida.
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