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deseo de obedecerle con perfección. Sólo le su- »plico que yo quede desconocid: y oculta en el retiro de mi pobre celda; y que cumpla Vd. la »palabra que me tiene dada de no revelar nunca ,»el nombre de su afectísima y obediente hija.» Pasé la vista por las cuatro hojas no comple- tas que había escritas en el cuaderno, y no hallé el nombre del Padre, ni el de la hija: pregunté á la moribunda, y de sus respuestas pude sacar en elaro que la muerte había segado en flor la vida de la religiosa que comenzó á escribirlo por obe- diencia, y la del padre que se lo mandó y á quien ella lo dedicaba. Enternecido entonces con la lectura de aquellas ocho páginas mal escritas, concebí el proyecto que hoy realizo, dando á luz este opúsculo unido á las cartas sobre la Vida religiosa, porque son como el complemento de ellas y su doctrina puesta en prác- tica. De aquel pequeño manuscrito saqué algunos de los pensamientos que van en este. ramo: las demás flores nacieron en el mismo jardín, al calor de la obediencia santa, verdadera madre y autora de .ellas. Tal vez andando el tiempo nazcan nuevos tapu- llos que añadir á Flores del Claustro, pues el rami-

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