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24 siendo esto así, ¿con qué pagaremos á Dios tan gran- de beneficio? Aunque tuviéramos todas las lenguas delos ángeles, y todos los corazones de los hombres, y todos los días del tiempo para emplear los corazo- nes en amar y los labios en bendecir á Dios, todo eso sería nada para pagar merced tan soberana. Y pues no podemos de ningún modo salir de la deuda, pa- guémosla á lo menos con no olvidarnos nunca de ella, con dar gracias á Dios por sus favores, y correspon- der á los misericordiosos designios que ha tenido so- bre nosotros. Que Dios nos ha traido á la religión con algún gran designio, es cosa fuera de duda. Cuál sea éste, te lo diría yo ahora de buena gana, si esta carta no resultara demasiado larga, porque nosotros debemos conocer ese fin, para secundar los designios de Dios; pero ya que ahora no sea posible detenernos en ese punto, otro día hablaremos de él. Entretanto, no olvides en tus oraciones á tu afmo. P. Fr. A.

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