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éramos santos, sino para que lo fuéramos; y nos es- cogió porque quiso; y quiso porque nos amó; y nos amó, porque nos quiso hacer eternamente dichosos. Bendigante, Señor, tus ángeles por este beneficio tan singular que me hiciste! y mi lengua te alabe, y mi corazón te adore, por haber puesto en mí tus ojos, escogiéndome entre millares para que yo te sirviera. Digote con verdad, querida Margarita, que la grandeza de este beneficio me confunde y anonada, me llena de pasmo y quisiera saberlo agradecer, y que lo agradecieran mucho las almas religiosas. Todos los hijos de Adán somos barro de una misma masa, y nuestro Señor, como Alfarero divino, nos ha hecho á nosotros vasos de santificación y honor, y á otros los ha hecho vasos destinados á más bajo servicio. Pues siendo tudos del mismo barro, ¿por qué nos tocó á nosotros la mejor suerte? Todos los mortales somos troncos de un mismo bosque; y Dios,como dueño ab- soluto de él, ha escogido los nuestros para hacer de ellos imágenes de santos, que brillen en su templo, y á los demás los ha destinado cada cual á usos especia- les; y unos servirán para postes telegráficos y otros para hacer carbón. Pues, siendo todos troncos de la misma selya, ¿qué hicimos nosotros para merecer un destino tan snperior? Todos los cristianos somos pie- dras de la misma cantera; y el Artífice supremo ha escogido á unas para los cimientos de su Iglesia, á otras para el pavimento y á otras para su tabernácu- lo y morada. Pues, siendo todos piedras de la misma cantera, ¿cómo nos cupo la dicha de ser alavidos pare trono y altar del Rey eterno, que ha puesto sus deli- cias en morar con los hijos de los hombres? ¡Ay! no puedo considerarlo sin que el corazón me rebose de gratitud: allá en el mundo éramos como árboles criados en áridos desiertos; pasó por allí el divino Labrador, fijó sus ojos en nosotros, y á fuerza de trabajos, y costándole mil sudores, nos arrancó de allí, nos cargó sobre sus hombros, y nos trasplantó
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