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árboles, es indicio cierto de que su dueño trata de arrancar los antiguos ó entresacarlos, dejando sola- mente aquellos más robustos, de los cuales espera re- coger fruto abundante. Pues en el campo, tertilísi- mo della Iglesia católica se ha visto brotar en este siglo, que va á espirar, una nueva generación de plantas vigorosas, nuevos institutos religiosos de mujeres que llenos de vida y de fervor están satis- faciendo grandes necesidades sociales, atrayendo so- bre sí las bendiciones de Dios y de los hombres, las vocaciones y limosnas que antes eran patrimonio de las monjas claustrales. Será esto indicio de que Dios en sus inexcrutables designios quiere sustitulr las re- ligiosas antiguas, con estas congregaciones moder- nas? No lo sé; pero si sé que las ordenes y comunida- des religiosas son árboles plantados por Dios en el iardín de su Iglesia santa; y que mientras estos ár- haleh den fruto y cumplan el fin para que Dios los plantó, no serán cortados: mas si dejan de dar fruto por envejecidos, y en vez de hermosear el jardín, lo afean, entonces ciertamente serán arrancados y sus- tituidos por otros. Por eso las monjas de clausura debian poner un empeño muy grande en la extricta observancia de su regla; en conservar el espiritu de fervor donde esté floreciente, y en restaurarlo donde esté decaido: en llevar una vida de abnegación y sacrificio, de amor y sufrimiento; en ser victimas voluntariamen- te sacrificadas en aras de la obediencia, de la pobre- za, de la castidad, de la penitencia y mortificación de los sentidos; en alejar de su vida interior todo de- fecto y toda imperfección; en ser el consuelo de los Prelados de la Iglesia, los ángeles de la tierra, las verdaderas esposas del Cordero sin mancilla; porque sólo así hay seguridad de seguir subsistiendo, sólo así conservará siempre el Jardinero divino esos ár- boles en el vergel de la Iglesia. De lo contrario temo, y temo con razon, no sólo que falten las vocaciones
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