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26) cordiosísimamente á vosotros para haceros plantas fructíferas del jardín de mis amores. Yosoy el que os elegí desde toda la ARAS, el que os hice nacer de padres cristianos, el que os admitió en el seno de mi Iglesia, el que os libró de muchos males en que otros cayeron, el que Os sas 6 del mundo, el que os trajo al claustro, el que aquí ha dado á vuestras almas mano de esposo y ósculo de eterna paz, y, por último, el que ha h echo todo eso dejand: ye n el mundo á otras alme as que me hubie ran seri ido mejor, me hubieran amado más y me hubieran sido más Salas que vos- otras. No han sido vuestros méritos, sino mi piedad y clemencia la que os ha elegido entre millares. Ego elegi vos! Pero, ¡Jesús de mi alma! ¿qué vieron tus ojos en nosotros para escogernos con preferencia á los demás? ¿Que había en nosotros para ser preferidosá nuestros hermanos? ¿Qué viste en mí, dulce Amor mío, para llamarme aquí á tu casa, dejando allá fuera tantos y tantos? ¿Qué h: An en mí que te pudiese agradar? Mi vida entera fué un tejido de miserias y pecados; jun- to 4 mí se Pai almas inocentes; pues ¿cómo las dejaste á ellas y á mí me eligiste? ¡Oh graciosísima elección! ¡Oh bondad inefable! ¡Oh nor nunca pen sado! Dime, Vida mía, ¿qué viste en mí? ¿Qué servi- cios te hic e? ¿Con qué obras te obli; gué, á que para ti me eligieras? ¡Oh mi wavillosa largueza é inc ompren- sible misericordi: 1 que, sin haberlo yo merecido, sin tú necesitarme para nada, por pura bongad me has favorecido con tu gratuíta elección! Los serafines te alaben por mí, Dios mío, y mi alma te sea eterna- mente agradecida, y yo no pierda nunca de vista tan señalada merced. Pues, si consideramos ahora las circunstancias de nuestrayelección, hallaremos en ellas nuevos motivós de gratitud; porque el piadoso elector fué Dios mis- mo, que nos llamó á su servicio sin habernos menes- ter. Los llamados fuimos nosotros, criaturas despre-

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