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317 la religiosa particular, aunque sea áun pobre de su familia y quitándoselo ella de su propia ración; si- no la Prelada ú otra señalada por ella es la que ha de darla en nombre de la Comunidad y no de ningu- na monja determinada. Y si la monja particular, en virtud desu voto de pobreza, no puede dar ni una limosna sin ofenderen poco ó mucho á esa vir- tud, ¿qué diremos de tantos regalos particulares como salen por algunos tornos? Qué diremos de tanto plato de dulces, de tanta cesta de rosquitas, de tanto bocadito de conservas, de tanto guiso deli- cado, de tanto juguetey tanta laborcilla como se dan á quien no lo necesita, mientras se niega un peda- zo de pan á un pobre? Ay! que éste es el camino por donde muchos conventos han llegado á la es- casez, á la penuria, y, lo que es peor, á llenarse de trampas y de relajación! ¿Cómo quieren que Dios las ayude, si tiene prometido portarse con ellas, como ellas se porten con los pobres? Y cómo quie- re que las socorran los ricos del mundo, si éstos ven que las monjas regalan-lo que ellos apenas pueden comer ni adquirir por lo costoso y delicado? No! lo que hacen los del mundo con eso es escandalizarse, ó reirse de las monjas, diciendo queson unas regalonas y pedi- gúeñas, que se quejan de vicio. En los Conventos donde no existen esos regalos, esas majaderías ni esos cumplimientos, indignos de las esposas de Cris- to, son ellas más admiradas y respetadas de grandes y de chicos; no falta lo Spurs para el mísero cuerpo, y abunda la paz, la alegría, la unión y consuelos espirituales; pero en los que existe esa cala- midad de regalillos, correspondencia y donecillos, ahi suele faltar la paz del alma y lo necesario pa- ra el cuerpo. Quiéres qué en tu comunidad no fal- te nada de esto? Pues quítale á las monjas los regalillos y dádivas de cumplimiento; convierte todo eso en limosna para los pobres; extiende tu mano como la mujer fuerte, para socorrer al indigente, y no te-
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