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OO A AN A AA [o 316 dela cocinera y de la enfermera y de la ropera, á imitación de aquella mujer fuerte que trabajaba con la rueca y con el huso. Manum suam aperuitinopi et palmas suas extendit ad pauperem. Abriósua mano para dar al necesitado, y la extendió para socorrer al pobre. Grande elogio es este que hace Dios aquí de la mujlr fuerte, y en él nos dice que la buena Prelada debe ser limosnera, ya sea pobre su Comunidad, ya sea rica: si es rica, porque puede darla; y si es pobre, para que á ella misma no le falte. Y no es esto paradoja, aunque lo parece; sino verdad de fe salida de los labios de Je- sueristo, el cual dijo: Dad, y os darán; porque con la misma medida que midiéreis sereis medidos. De _modo, que si porser la Comunidad pobre da poca limosna, poco le dará Dios á ella; y si da mucha, le dará mucho: de donde se sigue que mientras menos tenga, más debe dar para que menos le falte. 0h si la humana avaricia acabara de entender esta doctri- na de Cristo, y esta hermosa sentencia del Espíritu Santo! El que da limosna al pobre no empobrecerá; y el que se la niega, caerá en la indigencia. Senten- cia que he yisto yo confirmada, muchas veces, en todas sus partes. El Convento en que las religiosas, dejan parte de su propia comida para los pobres, aunque ellas se queden con hambre, abunda siempre en bienes espirituales y temporales; pero en donde se niega al pobre necesitado una limosna, nada luce, y aunque entren tesoros se deshacen como la sal en el agua. Por eso, Margarita mía, toma para ti, el consejo que dió á su hijo el Santo Tobias: «Da limosna á los pobres de lo que tengas en tu casa, y ninguno que á ti llegue lo dejes ir vacío; que como así lo hagas, nunca el Señor apartará sus ojos de ti. Si tienes mucho, da mucho, y si poco, da poco, que haciéndolo de este modo reunirás un tesoro para el tiempo de la necesidad. Y advierte que la limosna no puede darla nunca

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