BCCPAM000535-2-23000000000000

301 llegó y vió al primogénito, hombre de gallarda pre- sencia, y pensó si sería aquel el elegido por Dios; pero el Señor le dijo: No mires á su arrogante estatura, porque lo he desechado, que no juzgo yo como los hombres, pues estos juzgan por lo que aparece y yo veo el corazón. Se le puso delante A binadab, io miró el profeta y exc lamó: A este tampoco lo ha elegido Dios. Pues, si con la mirada escrutadora de Samuel pudiéramos ver el resultado de todas las elecciones, quizás se pudiera decir de alguna Prelada: A esta no la eligió el Señor, lo cual sería desastroso y horri- ble, porlo que supone y por las consecuencias que eso trae consigo. Merced á ellas, en más de una comuni- dad he observado un fenómeno estunendo, el fenóme- no de que cada miembro aisladamente considerado sea hermoso; y el conjunto de ellos, la Comunidad, el cuerpo que esos miembros forman, sea deforme horrible: y estudiando la causa de ese fenómeno y paradógico, creo haberla hallado en las elecciones, ú mejor aun, en la falta de indiferencia en las religiosas para no apetecer ningún cargo ni rechazarlo tampoco. Por falta de esa indiferencia santa he visto Comu- nidades en tal estado, que moverían á risa, si no movieran á compasión y llanto. Si se observa á cada monja en particular, todas son de buen espíritu, todas quieren lo mejor, todas piden la observancia; y sin embargo, la observancia no parece por ningu- na parte, y la Comunidad ya de mal en peor. En qué consiste esto? Todas á una voz piden ejercicios espi- rituales; todas están ansiosas de perfección; todas cla- man á su confesor ó su Prelado que arregle la Comu- nidad; y el arreglo no se hace, porque para hacerlo hay que quitar á cada cual el puesto que ocupa, poniéndolo en otro; y eso no lo quieren ni las mismas que piden reforma, arreglo y ejercicios. En estas comunidades es imposible implantar la perfección y hacer florecer la virtud en común, porque todo está en ellas desordenado y fuera de quicios.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz