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e rt 300 tiene para sí, y si no lo tiene, hallará lo que le falic en la Monja santa de S. Ligorio, en S. Leonardo de Portomauricio, ó en el P. Arbiol, que hizo pesada la lectura desu Religiosa instruida con tantas menuden- cias como allí insertó. En esos y en otros libros parecidos puedes hallar loque necesites para saber conducirte bien en el empleo que te dierela obedien- cia, que yo me limito únicamente á decirte que en materia de elecciones y cargos lo más perfecto, lo más sencillo y lo que más te conviene es no desear nada, ni rechazar nada: el desear es ambición, el rehusar falta de abnegación, y tanto lo uno como lo otro debe estar muy lejos de tu ánimo, si quieres ser verdadera esposa de Cristo. No rechaces ningún cargo por trabajoso y humil- de que sea, ni desees ninguno por bueno y conve- niente que te parezca; sobre tdo huye de prelacias, y si alguna vez las deseas, créeme que esos deseos son del demonio. Aunque te parezca que, siéndolo tú, puedes contribuir al bien de la comunidad, y al sos- tén del Convento, y á la reforma de unas y á la santificación de otras, con todo eso, no creas á tu parecer; créeme á mí, que ese parecer tuyo es suges- tión y engaño del tentador. Ay de aquella que es prelada, porque tuvo empeño en serlo! ay de aquella que ocupa un puesto distinguido, porque ella lo procuró! Infeliz! El haberlo procurado es indicio de que no era voluntad de Dios que estuviera en él, y por lo mismo en él está contra la voluntad de Dios, perdiendo tiempo, “y gracia, y mérito, y santidad, lo cual tendría sin duda, si no hubiéra deseado ni rehusado nada, indiferente siempre para hacer la voluntad de Dios manifestada por la obediencia. Mucho me temo que por esta causa se pueda decir de alguna Prelada la sentencia de Samuel que. va por epigrafo de la presente: A ésta no la eligió el Se- ñor. Había Dios mandado á este profeta que fuera á ungir por rey de Israel á uno de los hijos de 1saí:

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