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288 notas que resultarían de si fué ésta y la otra no, si aquélla no lo necesita y ésta sí. Por eso las Preladas no deben tolerar que ninguna monja se abstenga de ir con el extraordinario, ni consentir que durante los días que éste ejerce su ministerio, se acerque al confesonario ningún confesor ordinario; y haría muy mal en tolerar cualquiera de estas dos cosas, porque con esa tolerancia podría gravar su concien- cia ante Dios. En cuanto al confesor ordinario, dice el Papa Be- nedicto XIV, que debe ser uno solo para cada Comu- nidad. Y por lo mismo no comprendo el abuso ga- rrafal de haber en algunos conventos seis, diez, doce, hasta quince confesores ordinarios. Esto es incalifi- cable, contrario á las leyes de la Iglesia y opuesto al espíritu de la Religión, pues no hay Regla de Congregación, ni orden Religiosa que autorice se- mejante calamidad; y por eso creo firmemente que si los Prelados tuvieran conocimiento de tales abu- sos, los cortarían, dejando uno ó dos confesores, según lo numeroso de la Comunidad, aunque llo- raran como Jeremías. Este corte es un bien positi- vo, porque en el convento que hay muchos con- fesores, por fuerza ha de haber desunión; ellos serán todos muy prudentes, y ellas todas muy san- tas; mas á pesar de eso, la comunidad necesariamen- te se resentirá de la dirección de tantas cabezas, y la unión de miras, la cohesión disciplinar y la perfec- ción común serán tan difíciles, comó fáciles la des- unión, los bandos y parcialidades. El menor mal que en tales conventos puede acontecer es, que las que se confiesan con uno mismo se llamen entre sí hermanas de confesión, hijas espirituales de un mismo Padre, y empiecen á formar corrillo aparte en el seno de la comunidad: corrillos muy expuestos á las amistades particulares, á querer introducir en las demás la doctrina y dirección del propio confe- sor, haciendo comparaciones, siempre odiosas, pro-

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