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278 la virtud, despreciada la verdad, honrada la menti- ra, ensalzado el vicio, estragadas las costumbres, perdida la vergiúenza y corrompidas todas las clases sociales. En él se estima más el oro que la virtud, y por un puñado de dinero se vende la conciencia, y se atropellan todas las leyes divinas y humanas; de tal suerte, que apenas queda más que el nombre de justicia y honradez sobre la tierra. En él apenas hay ya bondad, ni temor de Dios: sino que la mali- cia, la astucia, el dolo y la maldad lo llenan todo, de tal arte, que la tierra. está hoy convertida en una sentina de vicios, en una escuela de pecados, en una cueva de bandidos, víctimas de la ambición, de la torpeza, de la envidia y de todas las malas pasiones. En ese mundo hay amigos que, ¡aparentando cariño nos venden; y quien presente ños alaba, suele en nuestra ausencia hablar mal, y escupir contra nos- otros el yeneno de la murmuración y la.calumnia es- condido en su lengua de serpiente. ¡Oh qué tristes desengaños de esta especie se sufren en el mundo! Hasta seres amados que debían corresponder agrade- cidos, nos hieren el corazón con la punzante espada de la ingratitud, y amargada el alma exclama en el exceso de su dolor. ¡Todo hombre es mentiroso! Ego disi in excessu meo. Omnis homo mendaz. Herido por la ingratitud y huyendo de las menti- ras del mundo, me escondí en la soledad, buscando en ella el consuelo y la quietud que el mundo infa- me y cruel me negaba: en ella pedíiá Dios un leniti- vo para mi corazón, un bálsamo que cicatrizara lashe- ridas de mi alma: y ese verdadero y amoroso Padre de los afligidos me consoló mucho más y mejor de lo que pedirle supe. Sus bondades sin cuento ilumina= ron mi vida con los destellos de su amor, y de segui- da apareció en mi horizonte la aurora de la vocación religiosa. Oí la voz de Dios que me llamaba para sí, y yo confundido con el peso de sus favores, y des- conocedor de mi destino, le contestaba: ¡sí, Dios mío!
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