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269 ta gloria. ¡ Ánimo, pues, y no vaciles! Cuando estés á punto de ahogarte, acude á Jesús, como los discipu- los, y despiértalo con tus clamores; que, si El consiente que se levante contra ti esa deshecha borrasca,es para mostrar su poder, su bondad y el grande amor que te tiene. Acude á El y despiértalo, que una mirada de sus divinos ojos basta para calmaresos mares albo- rotados. Y levantándose Jesús, amenazará al viento y dirá á la tempestad: ¡Calla! ¡Enmudece! Y cesarán los vientos y seguirá la bonanza. No desfallezcas, pues, ni te dejes engañar del de- monio. Por ese mar tempestuoso han navegado todas las almas que han arribado al puerto de la santidad, y Jesús te hace la gracia de llevarte por él: no le seas ingrata ni desagradecida. Poco importa que tú no conozcas el rumbo que llevas, ni 4 dónde te arrastra esa corriente impetuosa. Cristo es el piloto que condu- ce la barca, y ésta no podrá perecer. El conoce el de- rrotero y te llevará á las ignotas playas de los amo- res divinos; y allí, después de probada y purificada como el oro en el crisol, tendrás por descanso al Qo* razón Divino de Jesús. Y entonces, al sentir sus Me- fables caricias, te parecerá que has sufrido poco por su amor, que la paga es mayor que el trabajo, y la bonanza más deliciosa que horrible fué la tormenta. Te repito que seas muy confiada, porque Dios que permite el levantamiento de la borrasca sobre el al- ma, le ha señalado también su duración y su térmi- no; y cuando menos lo esperes, el imperio de su pa- labra divina tranquilizará la agitación de tu espíritu, haciéndole oir este mandato: ¡Cálmate! Y al sen- tir la dulce y deseada calma, exclamarás admirada como los Apóstoles: ¿Quién es éste á quien el mar obedece? Es..... el Esposo de tu alma: aquel de quien canta el Salmista que domina el furor de los mares y mitiga el movimiento de sus ondas. Que El sea con- tigo, dirija tu navecilla y la lleye al puerto de la paz desea tu afectísimo Padre, Fr. A. A A o OOO OOOO DO TOO DO OOO aaa o Do o