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14 tras que nosotros todo lo tenemos cumplido, sin ha- ber de pensar para nada en el día de mañana, porque será como el de hoy, sosegado, quieto y hermoso, li- bre de cuidados seculares y de negocios mundanos. ¡Oh qué dicha tenemos los Religiosos! Bien lo echa- mos nosotros de ver; bien experimentamos en la Re- ligión cuán grande merced sea ésta; porque aquí se encargan los superiores de proveernos de todo lo ne- cesario para la comida y vestido, para la salud y en- fermedad, para el estudio y los viajes y para "todo cuanto hemos menester. De manera que no hemos de acordarnos para nada de esas cosas que inquietan y turban la paz del alma, sino olvidados de todo lo te- rreno, sólo hemos de atender al aprovechamiento del alma y á nuestra propia santificación. Añade el Santo Doctor, que en el claustro el alma es regada más frecuentemente con el rocío del cielo; porque el mundo es como un árido desierto: donde llueye raras veces, y aquí continuamente nos está cayendo la lluvia de la gracia, de las santas inspira- ciones, 5 los consuelos divinos y de las dulzuras ce- lestiales. Con estas y otras muchas cosas se purifica el alma más pronto, ad. ¡ulere mayores deseos de per- fección, vive con más virtud y muere con más con- fianza, encomendándose en manos de Dios. Aquí, por último, es el alma valardonada con mayor premio, porque los votos, la abnegación de sí misma, y la obediencia santa, multiplic an el mérito de las bue- nas obras que hacemos. ¡Cuántas ventajas y cuántos beneficios! Bien débemos agradecerlos Áá nuestro Señor. El profeta David nos exhorta muy bien á este agradecimiento, con mo versículo que rezamos en las Completas: « Bendecid al Señor, vosotros que sois SUS slervos, los que esui Als en su casa y moráis en los atrios de su palacio. «Todos los mer tales somos (6 de- bemos ser) siervos y criados del Altísimo; pero así como un gran señor tiene criados que le sirven en su

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