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si dice él: «¡Oye, cielo! y tú, tierra, recibe mis pala bras en tus oidos, porqueel Señor.Dios habló, dicien- do: Hijos cri Y los « nsal é, yt llos me han despreciado. > Amarga es, por cierto, esta queja; y para no mere- cerla, quieres tú, Sor Margarita, que pongamos en cuenta de lo que á Dios debemos, los bienes que en el claustro disfrutamos, dedicando á este asunto una carta entera. Me place tu idea, y estoy conforme con- tigo. Adelante, pues, y manos á la obra. Comencemos enumerando las ventajas y excelen- cias del estado religioso, según las compendia el me- lífluo San Bernardo en una de sus homilías, diciendo: En la religión vive el hombre con más pureza, cae menos veces, se leyanta con más prontitud, anda con más cautela,es consolado con más frecuencia, descan- sa más seguro, muere más confiado, se purifica más pronto y es premiado con mayor largueza; lo cual, si bien se considera, veremos cierto ser así; porque la observancia de los votos, y especialmente el de castidad, nos hace vivir con mayor pureza; la falta de malos ejemplos y ocasiones de pecar son parte pa- ra caer menos veces; y si por desgracia alguno cae, la consideración de las verdades eternas, la exhortación de los superiores y el buen ejemplo de los iguales le ayuda á levantarse más presto.* Aquí se anda con más cautela que en el mundo, porque allá van los po- bres mortales por un camino resbaladizo y fangoso, tropezando y cayendo y llenándose de barro hasta los OJOS; pero en el convento el ejer icio de la oración, la lectura de buenos libros y la corrección de los ma- yores, nos hacen dr derechos hacia el Cielo. En el claustrose vive con más descanso y con más seguridad que en el siglo, porque allá todo son in- quietudes y zozobras; que si la familia, que si la ha- cienda, que si la casa, que si el vecino, que si la cose- cha, que si la lluvia, que si la sequía, que si la enfer- medad, que si el año viene malo... y así andan llenos de turbación, sin tener un solo día tranquilo; mien-

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