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253 co á encaramarse en das ramas, para que no las que- s que vinle- braran: cómo espantarían á los animale ran á sestear á su paca y á los insectos que se posa- ran en sus hojas para que nada le dañara ó echara á perder su fr uto; y de esta co1 sl ler ación saquemos el aprecio y el cuidado ¡ue debemos tener de la obser- vancia regular. Niños son en la Religión los novicios y los jóvenes y no hemos de conser nt 1r que esos niños toquen en lo más mínino, ni mucho menos se enca- ramen en lo alto de nuestro ázhok antes al contrario, les hemos de infundir respeto ,y veneración á todo lo que se relaciona con la observancia regular, porque de ahí depende el bien de todos. Animales que quie- ren morder y dañar á ese árbol bendito son nuestras pasiones, y por eso hemos de enfrenarlas y tenerlas atadas pora que él no Ga su verdor y lozanía. In- sectos y gusanos que pueden afear la hermosura y pic ar ol frutos de ese árbol son nuestras faltas y de- fectos: y por eso hemos de ye lar mucho sobre ellos para alos anidar entre sus hojas. Y nadie se excuse diciendo que tal falta es ligera 6 tal defecto pequeño; porque pequeño es un gusano, y sl se intro- duee en el corazón de un árbol, acaba con él. Pequeño es un insecto; pero si se le deja anidar en ese árbol, se multiplicará con tanta rapidez y formará tal enjam- bre, que acabará con los frutos, y quiera Dios que no acabe también con el árbol. Por esta razón todos hemos de velar por la obser- vancia regular y defenderla de todos los que aten- ten contra ella, sean propios 6 extraños, menores 6 mayores, como lo hizo aquel soldado de Saúl con el príncipe Jonatás (1). Iba Saúl al alcance de los filis- teos, y para que sus tropas se animasen á derrotarlos com] Jletamente, dió este bando: «Maldito el soldado que comiere bocado hast a que haya tomado vengan- Reg.

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