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A An A AAA - 250 hijo lora, chilla y pone el grito en el cielo, entonces. se expone á que el padre, si no es muy ar.imoso, lo deje por imposible, y la enfermedad se haga cróni- ca, y acabe con él. ¡Oh, cuántos viven enfermos por esta causa! ¡Librenos Dios por su misericordia de tal desdicha! Aquií tienes, pues, Margarita mía, las dos medici- nas que unidas entre si remedian todos los males y defectos contrarios á la obediencia: en nosótros, co- nocimiento humilde y persuasión intima de la enfer- medad que noscombate; y en el superior brio y energía para curarnos: en nosotros la disposición de ánimo para negar siempre nuestra propia voluntad, sacrificándola en aras de la obediencia; y en él acos- tumbrarnos á esa abnegación y facilitarnos su ejerci- cio por medio de una práctica prudente y continua- da; y con estas dos cosas tengo por seguro que des- aparecerán todas las faltas contrarias á la virtud de la obediencia. Animo, pues, que si tenemos lo pri- mero, lo segundo no puede faltar, porque cuando fal- te el mandato del superior, tenemos la regla y el horario que nos mandan lo que hemos de hacer cada instante; y podemos tomar sus prescripciones por ejercicio de abnegación y obediencia. Hazlo asi, y serás tan pel fecta en este punto como lo desea tu afectísimo Padre, Fr. Á.
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