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o a 248 aforismo de San Gregorio: Contrariis contraria cu- rantur. Es verdad que en esa violencia ha de entrar y no en pequeña dosis el bálsamo de la caridad para suavizarla y que no haya quiebras: pero con todo, así como el aceite solo no bastaría para dar flexibi- lidad al cuero .crudo, sin su correspondiente soba- dura; así tampoco la sola dulzura y condescendencia de un Superior no bastaría nunca para rendir la voluntad del súbdito á la perfecta obediencia, si no emplea con él frecuentemente el ejercicio de la abnegación, de modo que en la obediencia no bus- que otra razón que la obediencia misma. Bien entendían esta doctrina los santos y maes- tros de la vida espiritual, y fundados eh ella man- daban á sus discípulos cosas que hoy los religiosos superficiales y de poco espiritu llaman ridiculeces. A unos mandaban plantar un palo seco y regarlo muchas veces; á otros sacar agua de un pozo. y echarlo en otro; á otros deshacer por la tarde lo que habían hecho por la mañana; á otros plantar la hor- taliza con la raíz hacia arriba y las hojas para abajo, como hizo nuestro Padre San Francisco con aquel novicio; y ¡ojalá que este ejercicio de abnegación del propio juicio se usara mucho entre los religiosos en estos desgraciados tiempos de racionalismo y li- beralismo! ¡Ojalá que los superiores y maestros de novicios lo emplearan con frecuencia! porque á ello obliga una razón muy poderosa. El nuevo en reli- sión es un arbolito tierno, fácil de enderezar, y to- mar la forma que se le dé; pero si se le deja crecer según su mala inclinación, torcido se quedará siem- pre, y cuando más adelante se le quiera enderezar, ya no será posible; antes se romperá. ¿Cómo es po- sible que al principio un enfermo tome con gusto medicinas desabridas? ¡Eso no puede ser! Es preciso acostumbrarle el paladar á esos brebajes tan desa- bridos, y la costumbre le hará la medicina más lle- vadera y menos desagradable. De aquí la' necesidad

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