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237 los noviciados la fuente y raiz de las comunidades? ¿Y no hay noviciados donde las alu imnas oyen murmurar de las preladas y de sus mandatos? ¿No hay novicias que desde los primeros meses se ven solicitadas por las profesas á formar en el bando de la Superiora ó en el otro, cómo si el convento fuera un parlamento liberal, donde unas viven de la oposición y, otras del mando, hasta que se vuelven las tornas? ¡Horror!!! Esto pasa, y donde pasa, ha entradoya la maldición del OS, * y el espíritu de rebelión domina á sus anchas. Estos efectos tan horribles, estos tremendos es- tragos, tienen su principio en las antipatias, pre- venciones y envidias; chispas que, si no se apagan pronto, hacen de las comunidades donde prenden un campo de Agramante, un incendio espantoso de aversiones y rencores, una imagen del infierno y un camino seguro para ir á él. ¡Cuántas infe- lices religiosas habrán caído en sus abismos co- rriendo por esa vía! Líbrenos Dios de semejante desgracia, y aleje de nuestro corazón y de nues- tra mente las prevenciones y los recelos, principio de tanto mal. Ahoguemos en nuestro corazón esas pequeñas faltas; arranquémoslas de raíz antes que crezcan, y seamos dóciles de corazón, dispuestos siempre á cumplir la obediencia, sabiendo que en ella no nos sujetamos á la criatura, sino al Cria- dor; y que cuanto mi is pobre y de más baja esfera es la persona á quien por amor de Dios obedecemos, tanto la obediencia es más meritoria y á Dios más agradable, como dice nuestro Seráfico P. San Francisco. Y basta por hoy: de los otros defectos contra la obediencia hablaremos otro día. Adiós, y pide por tu afectísimo P. Fr. A. de

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