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233 entre críticas y Murmuraciones sobre lo mandado; á veces toma la forma de tristeza, displice Ni 24, enfados voluntarios y flojedad en obedecer; á veces se convier- te en rebeldía en mascarada, obedeciendo exteriormen- te y resistiendo con el interior; y, por último, toma hipóc ritamente el traje de la virtud, y obedece con solicitud, pero por salirse con la suya, por amor pro- pio, por captarse la voluntad del superior, para que éste condescienda con él en otras cosas. Defectos son los mencionados que atacan directamente á la obe- diencia, y debemos estar prevenidos contra ellos para hacerles guerra á muerte, sin darles jamás tregua ni cuartel, porque de lo contrario nos exponemos á perder el mérito de la obediencia y á ser hojas secas en el árbol frondoso y bendito de la Religión. Ya ves, pues, mi buena Margarita, cuán ancho campo descu- brimos desde aquí, y cuánto nos interesa tratar bien de este asunto para librarnos de las faltas contra la obediencia santa. Para todos esos defectos hay un remedio común y universal, que es la humildad; pórque como todos ellos nacen del espíritu dessoberbia, todos se curan con el espíritu de humildad, que essu contrario. Y á la verdad, si fuéramos humildes de corazón, no sería- mos desobedientes ni tendríamos faltas contra esa virtud; pero la humildad entra por muy pequeñas dosis en la constitución del hombre prevaricador; desde su prevaricación le es repulsiva la humildad, á pesar de serle muy necesaria; y por eso es menester dársela envuelta en la capa de la conveniencia pr pu como se da al enfermo la quina envuelta en capa azucs rada para que la tome sin repugnancia. Vamos, a á propinar en esa forma la medicina á nuestra enfer- ma naturaleza, empezando por mostrar cuánto nos interesa librarnos de los defectos contra la obe- diencia. Primeramente nos va en ello la paz del alma: el religioso que obedece con perfección está siempre

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