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228 diencia sentada entre los escombros y ruinas causados por la discordia y la rebelión podrá decir: Esta es mi obra de destrucción y de muerte. De aquí la necesidad que tenemos de la virtud de la obediencia, fundamento de la Religión, porque tanto tendremos de religiosos cuanto tengamos de esta virtud. Preciso es, pues, que hagamos mucho caso de cuanto áella se refiere, no sea. que después de tantos años de vida religiosa, sea nuestra religión infruc- tuosa y vana. Por eso voy á presentar á tus ojos el retrato de un alma obediente para que:te mires en él y veas si te falta algo. El alma que de verdad es obediente ejecuta con prontitud todo cuanto se le ordena, persuadiéndose que lo ordenado es voluntad de Dios que él lo haga. Cuando oye la señal de la obediencia que le llama al cumplimiento de sus deberes, no se entretiene en de- cir: ya voy, es temprano, tengo tiempo, luego iré; sino que deja lo que tiene entre manos y acude pron- to áobedecer. Acompaña la obediencia externa con elbafecto interior, acordándose que por amor de Dios renunció su propia voluntad; y por eso obedece tan- to más gustoso; cuanto más repugnantes á su gusto son las cosas que se le manda. Obedece humildemente, como un buen hijo á su padre, sin buscar otro moti- vo de obediencia más que la obediencia misma. Obe- dece universalmente á todos sus prelados, no sólo á los buenos y afables, sino tanbién á los discolos y moles- tos, como enseña San Pedro: á todos, ya sean pruden- tes € “urpruúentves, periecios 6 Uetectuosos, sabios 0 ignorantes, jóvenes ó viejos, de alta 6 baja esfera. Y obedece con diligencia y sin Jemora, haciendo las co- sas no á su gusto, sino á gusto de quien se las mandó. Tal es el retrato de un verdadero obediente pintado por mano de los Santos. San Bernardo y nuestro seráfico Doctor San Bue- nayentura dicen además que la obediencia para ser perfecta, ha de ser pronta, ciega, alegre y generosa.

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