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A E O Aid nc RA a A sagrada que las otras dos, es también más limitada, pues la materia precisa del yoto de obediencia se reduce únicamente á los casos en que los superiores mandarnfuna cosa en virtud de dicho voto, usando de fórmulas solemnes, como en nombre de Cristo, por santa obediencia, y otras semejantes. Fuera de estos casos la obligación de obedecer no nace precisamen- te del voto, sino de la virtud de la obediencia que hemos profesado, y de la autoridad que la Iglesia da á los superiores sobre los súbditos. Y no vayas á creer por eso que sólo en los casos predichos tiene el religioso obediente el mérito de su voto, porque él puede muy bien, cada vez que obedece, hacerlo por cumplir lo prometido á Dios, y así tendrá el doble mérito de la virtud y del voto de obediencia. Debemos, pues, obediencia á nuestra regla y cons- tituciones por la profesión que hemos hecho de ob- servarlas; á nuestros superiores, porque son nuestros padres en Cristo; y porel voto que hacemos de negar nuestra voluntad, sujetándola á la suya. Poco 6 nada pienso decirte de este voto, pero sí quiero decirte mucho de la obediencia, virtud de la cual tenemos mucha necesidad. Por no haber sido obedientes cayeron los ángeles del cielo al infierno; por no haber sido obedientes perdieron nuestros primeros padres el paraiso y hallaron este valle de lágrimas; por no haber sido obediente perdió Saúl el reino y la corona, y por no ser obediente pierde la religiosa todo eso junto. Reli- giosas que parecían ángeles, las he visto por desobe- diencia trocadas en demonios; religiosos para quie- nes el claustro era paraíso, los llevó la desobediencia al siglo, trocando su Edén por un mar de miserias; y religiosos y religiosas que reinaban sobre sí y tenían preparadas hermosísimas coronas en el cielo, perdieron por caprichosas y desobedientes el domi- nio sobresí y la corona de la inmortalidad. Esto sólo basta y sobra para que entendamos

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