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223 austeridad de la regla, acomodarla á las necesidades de los tiempos, añadir ó quitar lo que bien le parez- ca, variar los estatutos en todo óen parte, y hasta anularlos, si lo cree preciso 6 conveniente. Y el reli- grioso que rechace Ó mire con recelo las variaciones que la Iglesia haga en su orden ó6 losque legítima- mente introduzcan los Superiores mayores, ese es victima de triste alucinamiento, le engaña su propio juicio, le seduce el espíritu privado y lo inclina sin él pensarlo, hacia el protestantismo, el cisma y el error. El segundo lazo que une á los religiosos entre sí es el de la fraternidad, el cual se funda en la autoridad Paterna y Patriarcal que por necesidad ha de hallar- se en las órdenes religiosas. Cada comunidad es una verdadera familia, que necesita de Padre, Jefe 6 cabeza que la gobierne, dándole unidad y dirección; y elc onjunto de esas familias, cuando no están aisla- das entre sí, forma una espec le de tribu que tiene su patriarca, general é prepósito, sucesor del Funda- dor. Pero en uno y otro caso, la autoridad Paternal en la orden une á los religiosos 'entre sí con el vínculo precioso de la fraternidad, hijo de la obediencia, por serlo de la autoridad. Esta autoridad es por lo menos tan extensa como la paterni 1 en la familia, y puede el superior comunicarla á otros, en cuyo caso debe- mos oberlecerlos, teniendo entendido que en virtud de esta autoridad pueden los superiores mandarnos y dispofler de nosotros en todo lo que sea del servicio de Dios y bien de la comunidad. El tercer lazo con que la obediencia liga á los religiosos entre sí y con sus prelados, es más fuertey más sagrado que los otros dos, con serlo ts anto; y este lazo es el voto que hacemos de sujetarnos á la volun- tad del superior siempre que nos mande en- virtud del mismo voto, de tal suerte, que si entonces des- obedeciéramos, cometeríamos un pec ado gravísimo. Esta lazada, por lo. mismo que es más fuerte y más
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