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en su corazón, que cuando ha empleado un día lejos del retiro, en pasatiempos y conversaciones impro- pias de una religiosa? ¿Y cuándo ha sentido más gozo en su alma, y más consuelo en su espíritu, que cuando ha estado retirada todo el día; ó pasado una hora en lervorosa oración? ¿No es verdad que al sa- lir de ella, se halla el corazón rebosando de alegría? ¿No es verdad que entonces fastidian todas las cosas del mundo, y sólo agrada el retiro y el silencio? ¿Cuándo está el alma más lejos de la tristeza que cuando ama la soledad? ¿Y cuándo se desengaña- rán las religiosas de que la verdadera alegría está en acogerse á ella y en apartarse del trato del mundo? Persuádete, querida Margarita, de que una reli- glosa que no ama la soledad, no puede estar bien con Dios, ni con los prójimos, ni consigo «misma; es imposible que sin guardar retiro, viva ella contenta ni pueda contentar á las demás, ni mucho menos á Dios que la quiere solitaria y silenciosa para que oiga las palabras de vida eterna que El nos habla al corazón. Poreso, hija mía te encargo el retiro, mucho retiro! que en él hay encerrados tantos bienes como te dirá otro día tu atectísimo P. Fr. A . 213
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