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212 ' bien de salud! Pero cuando le vemos colorado, de buen semblante, tranquilo, quieto y ocupado cons- tantemente en su oficio, entonces decimos: Bien está fulano: da gusto verlo trabajar. Pues del mismo modo cuando vemos una monja habladorcilla, in- quieta, corriendo de acá para allá, frecuentando el locutorio, preguntando cosas del siglo, acercándose much al torno, comunicándose mucho con la fami- lia (Ó no familia) sin sosiego en la celda, y sin po- derse dedicar muchas horas á la soledad y á la ora- ción que es su verdadero negocio, entonces decimos: Mal anda Sor Fulana, poco aprovechada está; lásti- ma causa verla. Mas por-el contrario, si la vemos recogida, amiga del retiro, enemiga de traer ó llevar noticias, que va al coro corriendo y al locutorio arrastrando, quieta y sosegada en su celda ó su ora- ción, pasando en esto horas enteras; entonces deci- mos: Bien está esa monjita: cada día adelanta más: da gusto verla! Podrá ser que la religiosa que así vive, ¡parezca triste, por la igualdad de su trato y lo escaso > su conversación; y que la otra parezca alegre, por la li- viandad de su porte, la ligereza y risa de su trato, y su demasiada charla; pero esta alegria es vana y mez- clada de penas, como aquella de quien dice la Escri- tura que dolore miscebitur; mientras que la tristeza de la otra es sólo aparente, y está llena de gozo, se- gún aquello de que dice el Apóstol: Quasi tristes, sem- per autem gaudentes; Aunque parece que anda triste, no existe la tristeza más que en la apariencia, porque su corazón está lleno de gozo y de los consuelos divinos que Dios comunica en el retiro. La otra sí que está triste, porque aunque la veais reir y andar corítenta, ese contento es sólo aparente, por sentir en su corazón la amargura del remordimiento, y la tristeza que deja en el alma el tiempo perdido y la gracia mal empleada. Y si no, véalo cada cual en sí misma. ¿Cuándo ha sentido más pena y mayor vacío
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