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A EN po Ú DNODICTA DOUBT q A A o A NN NY SENO A dE o ps 0 o ¡ XXXIII La soledad compañera de la clausura. Elongavi fugiens el mans tm solitudine. Me alejé huyendo, y reposé en la soledad. PsAL. 54, 8. pá IJA mía muy amada en el Divino Corazón: “Dices que mi anterior te ha estremecido, te “* ha llenado de espanto y te ha hecho llorar, al ver la razón con que me quejo del descuido de algu- nas religiosas, y la energía con que reprendo el trato y conversación con el mundo. Crees tú que yo no escribiría de ese.-modo, si la experiencia no me hubiera enseñado que de ahí se originan grandes males para las Esposas de Cristo; y como religiosa prudente y discreta sacas inmediatamente la con- secuencia, diciendo que para evitar peligros y remor- dimientos lo mejor será no ir nunca á las rejas, abo- rrecer el mundo, amar el retiro y huir á la soledad. ¡Qué bien me parece esto! Esto es imitar la cordura del rey David que dice en un salmo. «El temor y el temblor han venido sobre mí; me han cercado las tinieblas, y heme visto precisado á exclamar: ¡Quién me diera alas de paloma para volar y descansar! Y he aquí que me alejé huyendo y reposé en la sole- x

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