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197 tender mucho de Dios y de sus perfecciones infinitas, ame mucho la castidad de cuerpo y alma, porque ella es la maestra de los grandes teólogos, y la que los levanta al conocimiento de los misterios divinos. Lo mismo enseña San Gregorio Niseno, diciendo que la pureza es como una atmósfera clara, transparente y diáfana, que permite ver todo cuánto abraza el ho- rizonte; mientras que la impurezá es semejante á una atmósfera oscura, llena de vapores condensados y de espesa neblina, que no deja percibir lo que pasa en los divinos horizontes. El quinto privilegio de las vírgenes es recibir de Dios mayor y más íntimo consuelo que las otras al- mas. Esto parece ser lo qué Dios promete á los que guardan pureza, cuando dice en la Sabiduría que les dará una dicha deleitable, y llena de júbilo santo. Esta virtud celestial que jamás ha sido comprendida por la humana filosofía, paréceles á los amadores del siglo que hace triste y penosa la vida de quien la pro- fesa; y para sacar de este necio error á los mortales, promete Dios aquí una suerte envidiable á los que la guardan. Esta suerte ó esa dicha es un júbilo celestial que rebosa en el alma, y no cabiendo en ella, se vier- te y se comunica al cuerpo, hasta el extremo de sen- tir deliquios y verse uno obligado á exclamar con David: Mi corazón y mi carne se alegraron en Dios vivo. Vírgenes conozco yo á quienes Dios comunica tanta dulzura interior, que no pudiendo contenerla en lo profundo del alma, prorumpen en suspiros de amor y en cánticos de alabanzas, glorificando á Dios enel silencio de la noche; y así como el ruiseñor en pura po de primavera, posado en árbol frondoso, can- ta horas enteras sus amores, llenando los aires de melodías y alegrando los oidos del pasajero; así ellas, almas puras en cuerpos castos, llenan los espacios de ardientes exclamaciones, alegrando á los ángeles del Cielo y al mismo Dios. Otra prerogativa de la virginidad es brillar en la

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