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- í darle gracias? ¿No es justísimo que entonemos aqui un himno de gloria á nuestro libertador? ¡Sí, Dios mío! Tú rompiste mis cadenas; á tí ofreceré sacri- ficios de alabanzas. Es nuestro Señor tan amigo de la gratitud y de que tengamos presentes sus beneficios, que cuando sacó del cautiverio de Egipto á los hebreos, les en- cargó quese acordaran siempre del día en que tan gran mérced les había hecho. Y este encargo lo hizo tan de veras, que les mandó celebrar en memoria de aquel favor una fiesta todos los años, fiesta que duraba por espacio de ocho días, para que en ellos se ejercitara el pueblo en hacimiento de gracias por los beneficios recibidos. Pues, si esto mandaba Dios á su pueblo en recom pensa de la libertad terrena que le dió, ¿qué debemos hacer nosotros en recompensa de la libertad espiritual que nos ha dado? ¿Qué será razón que ha- gamos los religiosos para conmemorar el día en que su potente diestra nos sacó del cautiverio del mundo y nos dió posesión de la tierra prometida? Si ellos, al verse libres de Egipto y fuera del Mar Rojo, ento- naron á Dios un cántico de loores y gratitud, ¿no es justo que también nosotros entonemos á Dios gratas canciones? Cantemos, pues, con el profeta y digamos: ¡Rompiste, Señor, mis cadenas; á tí ofreceré sacri- ficios de alabanza, invocando tu santo nombre! Esta es la frase que deben pronunciar cada día los labios del religioso agradecido, y más en el cumpleaños de su entrada en religión, día que debe consagrarlo todo á mostrar á Dios su agradecimiento. Para excitar en nuestras almas estos sentimientos de gratitud, será bien considerar aquí el cúmulo de beneficios que supone la vocación religiosa. Si hubié- ramos nacido en otra parte, ó tuviéramos padres menos piadosos ó una enfermedad nos hubiera lisia- do, ó hubiéramos tenido otro confesor, ó hubiéra- mos sido más pobres 6 nos hubieran faltado amigos y favorecedores, ciertamente no hubiéramos ingre- 2

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