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ll 1 pS ] a A 190 místicos. Con un consejero de esta clase en cada con- vento de monjas, tenía el diablo hecho su agosto. No! el simple sentir nunca es pecado, y menos cuando el cuerpo toma parte en las cosas del alma, sin ésta que- rerlo. Esa es una de las muchas imperfecciones y mi- serias del hombre, según enseña San Juan de la Cruz por estas palabras: « Muchas veces acaece que en los mismos ejercicios espirituales, sin ser en manos de ellos, («e los buenos) se levantan y sienten en la sensualidad movimientos no limpios, y á veces aun cuando el espíritu está en mucha oración, 6 ejercitando los Sacramentos de la Penitencia y Eucaristía. Los cuales sin ser como digo en su mano, proceden de una de tres cosas. La prime- ra procede algunas veces (aunque pocas y en natura- les flacos) del gusto que tiene el natural en las cosas espirituales. Porque como gusta el espíritu y sentido, con aquella recreación se mueve cada parte del hom- bre á deleitarse según su porción y propiedad. Por- que entonces el espíritu, se mueve á recreación y gus- to de Dios, que es la parte superior; y la sensualidad, que es la parte inferior, se mueve á gusto y deleite sensible, porque no sabe ella tomar ni tener otro. Y así acaece, que el alma está en oración con Dios, según el espíritu; y por otra parte, según el sentido, siente rebeliones y movimientos sensuales pasivamente, no sin harta desgana suya »..... » La segunda causa de donde proceden á veces estas rebeliones es el demonio, que por inquiétar y turbar el alma, al tiempo que está en oración ó la quiere tener, procura levantar en el natural estos movimientos torpes: con que si al alma se le da algo de ellos, le hace harto daño. Porque no sólo por temor de esto afloja en la oración, que es lo que él preten- de, por ponerse á luchar contra ellos; mas aun algu- nos lo dejan del todo, pareciéndoles que en aquel ejercicio les acaecen más aquellas cosas que fuera de él, como es la verdad; porque se las pone el demonio

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