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186 bien se librará de ellas despreciándolas, que hacién- dolas caso, porque con hacérselo, se aumenta el te- mor y la tentación.» No temas, pues, ni te apures pite acobardes por cualquier tentación que sientas en acciones que de suyo no son malas: porque, si de veras aborreces el pe- cado, y teda asco y horror de la impureza, y son pu- ros los afectos de tu alma, nada tienes que temer, pues estás comprendida en el número de aquellos de quienes dijo el Espíritu Santo: Omnia munda mundis. Todas las cosas son limpias para los limpios de cora- zón: y nada hay limpio para el alma impura, que lo contamina todo con sus torpes deseos y depravados afectos. Esta es la pura verdad, y Dios sabe que te la digo, no para que pierdas el temor al pecado, sino para apartarte del camino desesperante, en que desaconse- jadamente te han metido. Disculpo la buena intención y alabo el celo de los que, por alejarte del mal, te han metido en tales apreturas; porque sin duda han olvi- dado que losextremosse tocan, que huyendo de £scila caigo en Caribdis, que el rigorismo en moral está tan condenado como el laxismo, y que en mística, es tan horrible el jansenismo como el molinismo. La virtud consiste en un término medio, del cual no quiero que te apartes; y en todo caso, más vale inclinarnos al ri- gor que á la blandura, sobre todo en esta materia, en que realmente somos frágiles. Recuerda lo que hicie- ron los santos por conservar la castidad, y mírate en esos espejos: unos se revolcaron sobre espinas, otros sobre nieve, otros sobre ascuas, otros se afearon el ros- tro, y todos huyeron los peligros y evitaron familiari- dades que no eran ni peligrosas. Aprende, pues, de ellos, y por Dios no tomes pie de lo que te digo para ser menos vigilante en la guarda de la pureza, porque eso me daría mucha pena. F uera escrúpulos y exagera- ciones pesimistas; pero viva el santo temor de Dios, que conserva al alma lejos de la culpa!

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