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Males de que nos libró Dios, sacándonos del mundo. Dirupisti, Dómine, víncula mea; tibi sa- erificabo hostiam laudis. Romypiste, Señor, mis cadenas; yo te ofreceré sacrificios de alabanza. PsL., 115. ) ARisiMa en Jesucristo; Bien me parece que ¿ empecemos nuestra obra con un cántico de > alabanzasó nuestro soberano Bienhechor, por el gran beneficio de la vocación con que nos ha favo- recido: y me parece bien, porque ése y no otro debe ser nuestro punto de partida, puesto que el principio de la vida religiosa es la vocación. Estábamos nosotros allá en la Babel del mundo, gimiendo bajo la tiranía de sus caprichos, como ge- mían los israelitas cautivos en Babilonia: nos hallá- bamos como los: hijos de Jacob en medio de Egipto, oprimidos bajo el yugo de Faraón y sometidos á dura esclavitud, cuando el Altísimo tuvo á bien romper los lazos que allí nos detenían y darnos la libertad de los hijos de Dios, trayéndonos á su santa casa. El fué quien con mano fuerte y brazo poderoso nos sacó de aquella servidumbre ominosa: ¿no es justo, pues, que aquí levantemos nuestra voz con el profeta para

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