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182 > fesores me dicen que deje la Oración y las Comunio- nes, si siento esa mala impresión en ellas. » ] « Pero,todo esto, Padre mío, es contra mi voluntad; yo aborrezco eso que siento, amo 60n delirio la casti- dad, y por ser pura como un angeél y no sentir lo que Á veces mé pasa, daría un ojo de la cara. Y á pesar de eso, cuanto hago, me lo dan por pecado, y yono puedo estar en recreo como las demás, no puedo hacer lo que ellas hacen, no puedo jugar como ellas juegan, porque dicen que, dada mi frágil condición, esas cosas que siento son pecado, por dar yo motivo para sgntir- las y Ser la causa de que me sucedan. Esperaba que la carta de V. me diera alguna luz 6 algún consuelo; mas. al leer en ella que somos culpables de los movimientos desordenados, no quitando la causa que los produce, me morí de pena y por poquito me vuelvo looa. ¿Pues qué me hago yo ahora? Á mí el ver, el hablar, el oir, el asearme, todo me sirve de tentación: hasta las imágines de los santos, hasta la vista del Reden- tor es causa de que se vale el demonio á veces para tentarme: qué hago pues? ¿Lo dejo todo? Lo.quemo todo? Y si no, qué he de hacer? ¿Qué remedio me que- da? Esconderme en un rincón donde ni vea, ni olga, ni entienda, ó desesperarme de una vez, si V. no me da más luz en este asunto. » ¡ Bien, mi pobre Margarita, bien! Ante todo siento haber contribuido, sin pensarlo ni quererlo, á ese esta- do de ofuscación en que te encuentras, y del cual hu- bieras tal vez salido, siá la expresión, ño quitando la causa que los produce, hubiera yo agregado esta otra: si está en nuestra mano el removerla, y estamos obliga- dos á quitarla, ó no tenemos ningún derecho á ponerla. Por lo demás te diré que en el párrafo que dejo trans- crito, nosolamente hay un error teológico, sino dos á cual más grosero y funesto, perteneciente uno al or- den moral y otro al orden místico. Este voy á com- batirlo con la doctrina del gran Doctor en mistica, San Juan de la Cruz, y aquél lo voy á refutar con la