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173 culada. Ella lo recibió en su seno virginal, y carga- da con tan preciosa mercancía cruzó el ancho mar que media entre lo divino y lo humano, uniendo para siempre á la Divinidad con la humanidad, haciendo Dios al hombre y hombre ¿ Dios, que por eso á Dios humanado, Cristo Jesús, le llama la Iglesia flor de la virginidad, Fermen virginitatis. Antes de haberse humanado, deseaba el Verbo eterno venir á este mundo, y no hallaba camino bas- tante limpio y conv eniente á su altísima pureza; de- seaba bajar á esta tierra miserable, pero no por el camino cenagoso por donde todos venimos, que antes dejara de hacerse hombre que pasar por tan inmun- do sendero; y no hubiera bajado, si la virginidad no le ofreciera pasaje en su purisimo tálamo. Ella le tra- jo del Cielo á la tierra y de regreso lleva al hombre desde la tierra al Cielo; ella hizo á Dios semejante al hombre, y al hombre que la profesa lo hace semejante á Dios. Bien dijo San Ambrosio, que desde que la vir- ginidad unió lo divino con lo humano, juntando la divinidad del Verbo con la carne del hombre, sin mezcla ni resabios de impureza, desde entonces se introdujo en la humanidad y seingirió en nuestros cuerpos el vivir al uso del C elo, al modo de los án- geles y á la manera de Dios. Y dice muy bien mi glorioso Santo, porque la persona casta que profesa virginidad es un ingerto de celestial en terreno, de angel en hombre y de divinoen humano! ¡Virginidad, virginidad! ¡Virtud esclarecida! ¡flor de las flores! Dón divino en que por modo altísimo se comunica la divinidad al hombre, bendita seas! ¡Dichosos los que te poseen! ¡Dichosa el alma que c ontigo se delei- ta! ¡Dichosas las esposas de Cristo que contigo se ador- nan; y dichosa tú, mi buena Margarita, si conser- yas intacta esa joya de precio incomparable! Son tantas las excelencias de esta virtud que, si quisiera seguir hablándote de ella, sería el cuento de nunca acabar; porque ella hace al alma esposa de Je-

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