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167 límite á los afectos del corazón, rechazando los malos pensamientos, ahogando los deseos torpes y guar- dando los sentidos, que son como puertas del alma, para que nadie entre en ella á robar el tesoro de la pureza. Quien no tiene cuidado de la puerta de su casa, muchas veces hallará dentro lo que no pensaba, ó le faltará algo de lo que allí tenía, y de aquí la vigi- lancia que se ha de tener con la entrada. Por eso la puerta se hace de modo que pueda abrirse y Cerrarse, según las ocasiones: se cierra á los enemigos y á las gentes sospechosas, y se abre álos amigos y á las gentes de bien. Pues ese, repito, es el oficio de la cas- -tidad, y sobre las muchas excelencias de esa virtud y sobre los deberes que impone te hablará en lo sucesi- vo tu afectísimo Padre, Fr. A. 12 A,

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