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166 Demos fin 4 esfá materia, y pasemos á otra, recor- dando antes los avisos dados por el Espíritu Santo en los librossapienciales. En ellos condena los afectos contrarios á la pobreza, y elogia á los pobres de espí- ritu por estas palabras: «Quien ama el oro no será justificado, y quien sigue la corrupción lleno será de ella.» «Muchos cayeron por el oro, y en su brillo hallaron la perdición. ¡Ay de los quese van tras él! Dichoso, por el contrario, quien nunca corrió tras del oro, ni puso su esperanza en las riquezas. ¿Quién es éste, y lo alabaremos, por haber hecho maravillas en su vida?» Este, es, sin duda, el pobre de espiritu, el buen religioso que ama la pobreza y desprecia el regalo del cuerpo y las comodidades de la vida. Este, fiel á su voto, es probado como el oro en el crisol, y de la prueba sale perfeccionado, por lo cual tendrá gloria eterna, pues al pobre de espíritu está, no sólo prometido, sino dado ya el reino de los cielos, aun- que él no lo haya todavía recibido. Y aquí, mi buena Margarita, quiero que te fijes en las palabras del Espíritu Santo arriba dichas: «(Quien ama el oro no será justificado, y quien sigue la corrupción será lleno de ella,» porque en estas pala- bras parece que hay una. transición de la pobreza á la castidad, de la cual vamos á tratar más adelante. Diciendo, pues, la Verdad divina, que quien sigue la corrupción será lleno de ella, bien podemos colegir, que quien sigue la virtud será iluminado con sus resplandores; y quien siga la castidad será perfumado con la fragancia que esa flor exhala, y ennoblecido con los altos timbres que ella ostenta. El oficio de la castidad es refrenar valerosamente los ímpetus de la concupiscencia, ya procedan del espíritu, ya de la carne, moderando los apetitos y afectos desordenados, para que no arrastren al reli- gioso hacia el precipicio del pecado. Este oficio lo cumple ella poniendo á raya las malas inclinaciones del cuerpo, mortificando los sentidos, marcando su

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