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registros de seda ó de papel? ¿Qué 1 importa que su hábito esté cosido con seda ó con hilo, muy tieso y ¿Ema ó muy flexible y sencillo? ¿Qué le impor- ta que sus muebles sean de caoba ó de pino, y su plu- ma de caña ó marfil? ¿No escribe lo mismo una pluma que otra? ¿No sirve lo mismo un vaso de oro que uno de cristal? ¿No es igual un pobre hábito cosido con hilo quecon seda? Sirve más el libro dorado, que el que no ha visto el oro? Y esto tratándose aun de las cosas necesarias, que las que no son tales, ¿para qué las quiere un religioso particulfr en su celda? ¿Para qué le sirven? ¡Ah, sí, no me acordaba! para martirizar á la santa pobreza. Estos son los instrumentos de su martirio. Para ver, pues, si tú tienes algunos instrumentos de esos, bueno será que, al terminar la lectura de esta carta, des una vuelta por tu celda, preguntándole á ls cosas que hay en ella: ¿tú que haces aquí? ¿Nada? Pues ahora irás donde no estés ociosa. ¿Y esto, qué falta me hace? ¿Ninguna? Pues á otro sitio donde la haga. ¿Y tú, de qué sirves aquí? ¿De adorno? ¡Pues ídolos fuera! Que la celda de un religioso no debe es- tar adornada, sino pobre! Y ten entendido, que mientras no tomes esa enérgica resolución, tendrás apego á muchas vanidades, y no serás de esos pobres e espíritu á quienes está prometido el reino de los cielos. Mucho más pudiera decirte sobre la pobreza reli- giosa y sobre la manera de practicarla, porque hasta el presente no he dicho de ella más que generalida- des; he hablado en general de los deberes que impone á todo religioso, y cada Orden religiosa tiene en este punto algo especial, superándolas á todas las pobreza franciscana. Por eso es obligación. del religioso estu- diar desde el noviciado el alcance y extensión que en su Orden tiene el voto de pobreza, para practicar y guardar esta virtud en la forma prescrita por su regla.

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