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160 muerto le encontraron un peculio, y el santo mandó que enterraran con el cadáver el dinero del peculio, cantando al mismo tiempo, no los salmos de la Iglesia, sino aquella tremenda sentencia de la Es- critura: Tu dinero sea contigo para tu condenación? Pecunia tua tecum sit in perditione. ¡Ay peculio! pe- culio y vida particular! nombres horribles, como el rostro de una fiera, desapacibles al oido como el lamento de un condenado ó el alarido de un diablo. ¿Quieres que te hable de eso? Pues en otra será, que ya esta va larga y no hay tiempo para más. No olvides los ejemplos arriba indicados, y escar- mienta en cabeza ajena; guarda escrupulosamente la prometida pobreza, y así te harás merecedora, no del castigo, sino del premio que Dios tiene prometi- do á los pobres de espíritu. Que tú lo consigas de- sea más que nunca tu afectísimo Padre, Fr. A.

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