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| | pS ANA A RR 152 cómoda! De ese modo creo yo que hasta el judío Rot- child se comprometía á ser pobre, porqueá pesar de todos sus millones, dudo que nada le falte. Y si aun el millonario carece de algo, ¿es posible que la reli- giosa, pobre voluntaria, quiera tenerlo todo muy cumplido y que nada le falte? Y en tal caso, ¿qué obreza sería la suya? Es posible que sea esa la' po- tel predicada por Cristo y recomendada por su Regla? No! esa es una pobreza de nuevo cuño, una pobreza inventada por la relajación, y no la pobreza de espíritu, á la cual prometió Jesucristo .el reino de los Cielos. Aunque la pobreza en común no sea igual para todos los institutos religiosos, eso no vbstante, en el punto concreto de que tratamos ahora se puede afir- mar con toda certeza que en ninguna Congregación religiosa es lícito 4 ningún súbdito disponer de las cosas sin dependencia del superior, porque eso lo prohibe en todas partes el voto de pobreza, por sim- ple que sea. Más diré: nide los regalos ó donativos que reciba la religiosa á título de parentesco, de afec- to, de gratitud ó de limosna; ni del producto de su trabajo, de su industria ó de su talento, sea el que fuere, en cuanto es reducible á precio; ni aun de los mismos bienes que ella haya cedido en propiedad á la Congregación, y ésta aceptado; de nada de eso puede disponer por sí propia sin pecar contra la pro- metida pobreza. Esta es doctrina universal para todas las religiosas, y como el amor propio nos inclina 4 creer que sobre esas cosas tenemos algún derecho, es menester ponernos en guardia contra esa maligna inclinación para ser fieles á Dios y á los superiores, dándoles cuenta de todo. La pobreza no permite que sus seguidores tengan con respecto á los bienes materiales, ni los pensamien- tos, ni el juicio, ni el lenguaje, ni las tendencias de los seculares; quiere que nos despojemos de esos hábi- tos viciosos para revestirnos de los sentimientos de

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