BCCPAM000535-2-23000000000000
149 Cuando se invierte el ]rden de esta divina senten- cia, cuando se busca la abundancia material, y los puestos honoríficos, y los primeros cargos y el bien- estar terreno, y la seguridad de que nada falte y el lujo de que todo sobre, ó todo sea de calidad supe- rior, entonces se truecan los términos de esa propos ción, se olvida la doctrina de Cristo, se mina por su base el muro de la religión, y el convento ó la orden donde esto acontezca, no tardará en sentir los efectos y en tener que lamentar su ruina moral, si con tiem- po no se repara la brecha abierta en la muralla de la pobreza evangélica. Viniendo ahora á la pregunta que me haces acerca de la obligación ú extensión de la pobreza en parti- cular y en común, te diré que lo que toca á la pobreza individual del religioso, lo explicaré otro día, al hablarte del voto de pobreza y de los deberes que imponé; y lo que toca á la pobreza en común y en general lo trataremos en ésta, ayudado de la gracia. Ante todo,es menester recordar que, unque la pobre- za esel fundamento de todas les Congregaciones reli- viosas, no lo es del mismo modo para todas, ni se practica de la misma manera en todos los institutos; porque, como cada uno tiene un fin particular en la Iglesia, debe cada cual abrazar la pobreza en aquella medida y forma más acomodada á su fin y objeto. Por eso hay Congregaciones que poseen mucho en común, otras que poseen poco y otras que nada tie- nen. A unas les es permitido la posesión de bienes comunes, que produzcan frutos ó rentas para ase- gurar la subsistencia de los Religiosos; y á otras les está prohibida. semejante cosa. La orden que profesa más alta pobreza, es sin duda alguna la primera de las tres que fundó N.S. P. San Francisco; porque los franciscanos, ya sean observantes, ya capuchinos, por decreto del Concilio de Trento, no pueden poseer nada en partienlar ni en común. No somos dueños ni de los conventos en que vivimos ni de las limosnas
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz