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140 eristo, hecho pobre por nuestro amor; y ésta es otra de sus muchas excelencias. Yo no sé, querida Marga- rita, lo que tiene la pobreza santa, que nos acerca á Dios, porque Dios la quiere cerca de sí. Para venir al mundo, quiso que le recibieran en sus brazos la yir- ginidad y la pobreza: á los pobres pastores fué á los primeros que admitió en su compañía, llamándolos por medio de un ángel: á los pobres pescadores esco- gió para apóstoles suyos; á los pobres predicó su evangelio, y á los pobres prometió el re no de los Cie- los. Si esto no consuela á los pobres cristianos, no sé qué consuelo hallarán en la vida; y si esto no anima al religioso á practicar y amar la virtud de la pobre- za, no sé qué lo animará á ser pobre de espíritu. Esto sin duda alguna fué lo que hizo á Nuestro Se- ráfico Padre San Francisco enamorarse tanto de la pobreza, que le cantaba amorosas endechas, la llama- ba 54 esposa, y nos encargó que la amáramos como á madre y fundamento de la Orden. A memos, pues, la seráfica pobreza, porque ella es mina de santidad, tesoro de la Telesia, camino del Cielo, mesa del Rey de la gloria, puerto de seguridad, fuente de eternos bienes, vía recta de perfección, descanso de los reli- giosós y nobleza delos siervos de Dios. ¿Qué más diré? Ella es amiga dela paz, enemiga de inquietudes, des- preciadora del fausto, reina de la moderación, extir- pación de los vicios, madre de las virtudes, maestra de la sabiduría, muerte de la avaricia, guarda de la humildad, tranquilidad de las almas, ornamento de los monjes, seguridad de los fieles, posesión de: los justos, moneda con que se compra el Cielo, piedra angular del cristianismo y amada compañera del Hi- jo de Dios. Pues de esta pobreza santa, de esta virtud tan gloriosa como desconocida en el mundo, y del voto y profesión que de ella hacemos, te hablaré 'en lo su- cesivo, y sobre ella te ditá cosas peregrinas tu afec- tísimo Padre, Fr. A.
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