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133 Dios quiere que lesirvas como S. Antonio de Padua, en la humildad y pobreza de la Orden Franciscana, errarás escogiendo otra Orden más rica, en cuyas au- las podrías hacer maravillas: y si El quiere servirse de ti para fregar platos en la cocina de un Convento como S. Serafín de Monte Granario, eso es álos ojos de Dios lo más grande y lo más alto que puedes ha- cer en el mundo; porque servir á Dios no es hacer co- sas ruidosas, sino ponernos á su disposición, para que El hagá de nosotros su divina voluntad; y esa volun- tad la manifiesta El por medio de la vocación reli- giosa, la cual no pregunta dónde haré más bien, si- no dónde quiere Dios que yo le sirva. Las necesidades del pueblo fiel son tantas y tan variadas, que no bastarían para socorrerlas pocos institutos religiosos por grandés, numerosos y ricos que fueran; y por eso la fecundidad dix ina ha hecho surgif en el seno de la Iglesia tan hermosa variedad de Congregaciones religiosas, destinada cada una de ellas á su fin especial, y todas juntas á socorrer á los fieles en las necesidades todas del alma y cuerpo. Para cada una de esas Congregaciones se necesitan aptitudes, cualidades, inclinaciones y vocación dis- tintas; y Dios reparte esas vocaciones, cualidades y aptitudes á sus escogidos, para que cada uno vaya á ocupar su puesto en la Congregación que El le desti- na. Desde este punto de vista todas las Congregacio- nes en general son buenas, ya se hagan en ellas votos simples, ya solemnes; pero en part icular aque- lla 4 que Dios nos ha llamado es la mejor para nos- otros, y por lo mismo ninguna otra debemos amar tanto como la nuestra propia. Este aprecio, este amor y estimación de la propia Orden ha sido siempre cosa'muy recomendable en un religioso, porque amándola,se ama la propia vocación, se cum- plen con fidelidad los deberes que ella impone, y se aleja la peligrosa tentación de disgusto ó arrepen- timiento de habernos consagrado á Dios.

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