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l Y kl l | o E | rm nr AS 126 me ha prometido todo lo necesario para conseguir la vida eterna; ¿qué tengo, pues, ya que temer? Pon grandes que sean las dificultades que se me presen- ten, por muchas que sean las fuerzas con que el enemigo me combata, por desmedida que sea mi flaqueza, El me dará fuerzas para vencerlo todo y superarlo todo: El es Omnipotente; al imperio de su voz obedece prontamente la creación entera; y á un signo de su voluntad el sér brota en los abismos de la nada, ó vuelveá la nada de donde salió. ¿Qué podrán, pues, contra mí todos los seres del universo, si El es mi protector, mi defensa y el Dios de mi corazón? Además, ese Dios que se ha dignado hacer un tra- to con nosotros, es rico en misericordias, infinita- mente buenc y dadivoso; y un Dios infinitamente dadivoso y rico, no contrata con un alma pobre, sino porque quiere hacerla rica y participante de sus inmensos tesoros. La infinita liberalidad del Criador sólo espera que su criatura le ofrezca algo, para recompensar sus ofrendas con riquezas inena- rrables; pues, si nosotros.con los votos religiosos no sólo le ofrecemos algo, sino todo lo que somos y poseemos, ¿qué nos dará El á nosotros en retorno? Nos dará no sólo el ciento por uno en esta vida, y los tesoros de su gracia; no sólo la abundancia de sus bienes eternales y el reino de los cielos, sing que El mismo se nos da en galardón y en magnífica y eter- na recompensa. Ego ero merces tua magna nimis. (Gén. 15) Puede darse mayor dicha? Puede haber cosa más consoladora para el alma religiosa? Tengo hecho con Dios un convenio en el que yo me obligo á servirle con fidelidad y El á premiarme con mag- nificencia. Quien esto me promete, no sólo es fielá sus promesas, sino sapientísimo y omnisciente: El está en todas partes, lo ve todo, y niel más mínimo servicio mío escapará á su divina mirada. El penetra mi corazón, El ye mis intenciones, El conoce mis
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