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125 Antetodo conviene formarnos una idea clara de lo que es el voto en general, y para ello nada más á propósito que la definición que de él hace Santo To- más de Aquino; hela aquí: El cha á Dios deliberadame n te, de una cosa buena, posible voto es una pronu sa he- de cumplir, y mejor que su contraria. El voto es una promesa, pero una promesa especia- lísima, que no puede jamás confundirse con los pro- pósitos que uno haga ni con las resoluciones que tome para mejor servir á Dios; es un compromiso solemne enel que se contrae la obligación de cumplir exactamente lo ofrecido, bajo pena de pecado; y esa obligación es la que diferencia al voto de las demás promesas que el hombre pueda hacer. Es una promesa hecha á Dios, es decir, una acción perteneciente al culto de latría, un acto de adora- ción suprema, debida sólo á Dios en reconocimiento de su grandeza infinita y del dominio absoluto que tiene sobre todas sus criaturas. Sólo á El se le pue- den ofrecer votos propiamente dichos, mientras qué á la Virgen y á los santos se les hacen simples pro- mesas, que no tienen carácter de voto, sino en cuanto se obligue uno á ellas por el honor de Dios, com- prometiéndose con El á cumplirlas bajo pena de pecado. Promesa hecha á Dios; es decir, un contrato cele- brado con la Divinidad, un pacto hecho con el mis- mo Dios, pacto en el cual prometemos nosotros á Dios grandes cosas, y El nos las promete á nosotros mucho mayores; que no en vano, cuando hicimos nuestros votos, nos dijo el ministro del Altísimo. «Y yo de parte de Dios, si guardares estas cosas, te pro- meto la vida eterna.» Esta promesa de la vida eter- na incluye en sí por parte de Dios la obligación de proporcionarnos todos los medios para conseguirla; y esto sólo basta para llenar el alma de consuelos celestiales. ¡Qué consolador es este pensamiento! Dios, o ,. 4 e fidelísimo en sus promesas, ha pactado conmigo y
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