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119 caridad; pero de tal modo, que ella es la forma, la vi- da, la madre, el fundamento, el vínculo y el fin de todas las virtudes, tanto, que sin ella, ninguna virtud merece el nombre de tal. Mas acontece que hay otras virtudes cuya práctica da incremento y vida al amor divino, virtudes cuyo ejercicio es necesario al hom- bre para llegar á la perfección del amor, y esas vir- tudes son precisamente las que forman la profesión religiosa, esto es, la pobreza, la castidad y la obedien- cia; y hénos aquí ya, tratando de los votos religio- sos cosa que tanto deseabas. Difícilmente llegará un alma á la perfección del amor divino sin el voto de pobreza, ó sin renunciar voluntariamente todos sus bienes, porque afirma Je- sucristo en su evangelio que «el que no renuncia cuanto posee, no puede sersu discípulo» (Luc. 14, 33). Y más expresamente aún se lo dijo al otro joven que le preguntó lo que debía hacer para llegar á la per- fección: «Si quieresser perfécto (le dijo el Salvador) vende cuanto tienes, repártelo entre los pobres, y des- pués sígueme.» (Marc. 8. 34). El corazón humano se apega desmedidamente á los bienes de este mundo miserable; en la posesión de ellos hace consistir mu- chas veces su felicidad, en ellos pone su afición, su amor y su cuidado; y esto, dicho se está que es un grave impedimento para adquirir la perfección del amor divino. De aquí la célebre y conocida sentencia de S. Agustín: «Poco, Señor, te ama, el que ama con- tigo otras cosas, si no las ama por ti.» Pues ese grave impedimento para la perfección lo alejamos de nos- otros con la renuncia voluntaria de todo cuanto po- damos tener, y por eso el voto de pobreza es un me- dio poderoso para llegar ála perfección que preten- demos. Otro tanto debe decirse del voto de castidad, de la total abstinencia de los placeres sensuales, porque esos placeres (aun cuando los hace lícitos el último sacramento)son de ordinario un fuerte obstáculo pa- a
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