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Y h PASA A $e PONER RAEE AZ O 116 perfección cada día; y de aquí la conocida y repetida sentencia de los Santos Padres, que en el camino de la yirtud, no ir adelante es volver atrás, y no pro- gresar es retroceder. Y no es mucho que los Santos digan esto, puesto que el Santo de los Santos dijo, que el que pone mano al arado y mira atrás, no es á propósito para el reino. de los Cielos.» Pues si en el camino de la virtud, sólo el mirar atrás hace inepto al hombre para el reino de Dios, ¿qué será pararse en ese camino? Ya lo dijo S. Agustín en una de sus cartas á Demetrio: En este camino mirar atrás equivale á pararse, pararse es no adelantar,* no adelantar equivale á retroceder; y así, si no que- remos volver atrás, es menester que siempre pro- curemos ir corriendo hacia adelante. Si volumus non redire, currendim est. Si no queremos que la corriente de las pasiones arrastre la barquilla de nuestras almas al mar de la culpa, menester es bogar y remar siempre, por- que, desde que dejemos de hacerlo, iremos agua abajo hacia el abismo. Y ¡ay dolor! cuántos son arrastrados! y á qué estado tan lastimoso llegan! Bien lo dijo el mismo Santo: «Desde que comencé á servir á Dios, no he conocido mejores cristianos que los que viven en los monasterios, cuidando de su aprovechamiento espiritual; pero tampoco los he visto peores que los que cayeron en relajación por no procurar su adelanto en la virtud. Y con- cuerda muy bien con esta tremenda sentencia de S. Agustín aquel axioma filosófico que dice: Corrup- tio optimi pessima. De suerte que humanamente hablando, hay poco que esperar y mucho que temer de los religiosos descuidados de su propia santificación: de los que empiezan á malearse por no trabajar en adquirir la perfección á que están obligados y en la cual deben crecer siempre. Del árbol bien regado y cultivado -que comienza á palidecer en primavera y se le cae
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