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115 logía católica no encuentra otro fundamento de la santidad de Dios, más que el amor necesario y eterno de sí mismo, de sus perfecciones infinitas y de su sér per fectísimo. El amor divino es la santidad por esen- cia, el acto constituyente y constitutivo de toda san- tidad. Luego en el hombre no puede ser la santidad otra cosa más que una participación de ese amor di- vino, y mientras más participe de él y másamor ten- ga de Dios, más santo será. - Por otra parte, demostramos en la anterior que la perfección religiosa es la posesión de Dios por amor, tes el mismo amor divino participado á la criatura; y de ambas demostraciones resulta que la santidad, la perfección cristiana y el amor de Dios son una sola cosa con tres nombres distintos. El hombre más san- to y más perfecto será siempre el que más ame á Dios, y el amor será en el Cielo y en la tierra la me- dida de la santidad y de la perfección, desde el alma que ocupe el grado más ínfimo en esa escala, hasta el supremo serafín, hasta la Virgen sin mancilla, has- ta la Humanidad sacratísima de Cristo, que ocupa el lugar supremo en esa escala misteriosa de los Santos. Este amor, esta santidad y esta perfección no pue- deser aquí en la tierra, bajo cualquier aspecto que se considere, más que un amor, una santidad y una perfección iniciada que tendrá su complemento en la otra yida, allá en las regiones de la luz divina, entre los esplendores de los santos; pero, mientras vive en se valle de lágrimas, obligación grave tie- ne el religioso, por serlo, de procurar crecer cada día en santidad y perfección para eumplir aquello que dice Jesucristo en el Apocalipsis: El que es justo, que se justifique más; y el que sea santo, que se santifique más. Por esta razón el buen religioso no se contenta ni puede contentarse con ser bueno, porque está obligado á procurar ser mejor, aspirando á mayor

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