BCCPAM000535-2-23000000000000
109 y completa; pero también sé que á Dios podemos po- seerlo ya en este mundo, y esa ri de Dios es la medida de nuestra perfección, 6, mejor dicho, esa po- sesión es la verdadera perfecc ión que buscamos. Ayeriguado que la posesión dee ias de Dios es lo que nos hace perfectos, resulta que tanto más per- fecto será un religioso en esta vida cuanto más com- pletamente posea á su Dios. La dificultad está ahora en averiguar cómo y de qué manera hemos de po- seer á Dios, para ser lo más perfecto que podamos; y esta dificultad queda resuelta con sólo recordar que 1 Dios, únicamente podemos poseerlo por amor en pd vida y en la otra. Jesucristo mismo nos enseñó esta sublime doctrina cuando dijo: «El que: me ama será amado de mi Padre, y yo también le amaré.» Y luego: «Mi Padre amará al que me ama, y ven- dremos á El, y en su corazón haremos mor: ada» (1). Y el discípulo amado repitiendo estas celestiales en- señanzas del divino Maestro, añade: «El que no ama, no conoce á Dios (ni puede poseerlo), porque Dios es amor.» Y más adelante: «Dios es amor, y el que lo ama está en Dios y Dios está en él» (1, 1v). De modo que, según esta doctrina del Cielo, por el amor poseemos á Dios y somos de El poseidos,y como esa doble posesión es la felicidad suprema y el último fin del hombre, síguese que, mientras más amor de Dios tengamos, más perfectos somos y más nos acercamos á nuestro último fin. Admiremos aquí la infinita sabiduría y bondad inmensa de Dios, que puso por primer precepto de la ley que dió á los hombres ese amor que nos hará eternamente felices y perfectos; y tanto más perfec- tos y más ielices en esta vida, cuanto más gradas subamos en esa escala del amor divino. ¡Ay, Marga- rita! amemos á ese Dios amorosísimo que nos con- vida con su amor y nos ruega con él; pero amémos- (1) Joan. 15.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz