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VII dirección de alguna persona religiosa, entonces, lector pru- dente, vuela como industriosa abeja por sus páginas, que algo ja Y pag 1 = bueno sacarás de ellas. Ñ ' Yo lo escribí para las almas consagradas á Dios en el inte- rior del claustro, especialmente para las religiosas, cuya santificación deseo con toda el alma; le dí forma epistolar por A E ser estilo familiar que inspira confianza y facilita la lectura quitando pesadez al discurso; y las dirigí 4 Margarita, por ser este nombre, nombre de flor y de piedra preciosa, dando á entender en eso, que hablo con toda religiosa que quiera ser flor de los claustros, ó pie ira preciosa en la casa del Señor. Í o Ñ ] Si lo eres, discreta lectora, ó si quieres de verdad serlo, ya verás cuán presto nos entendemos como dos buenos hermanos. Por lo pronto, y para inspirarte confianza, quiero decirte un secreto. Durante la publicación de estas cartas en el Mensajero Seráfico, soñé dos ó tres veces que álguien, aparen- tando candor ó6 encubriendo fariseísmo, se escandalizaba de ver reprendidos por mí con tanta claridad como llaneza los defectillos de las pobres monjas: ¿Quién sabe si ahora que van estas cartas coleccionadas, formando libro, aquel sueño se convertirá en realidad? Por lo que pueda ser, ruégote desdé ahora, que, si leyendo, alguna compañera tuya, menos discreta que tú, se pone color de grana, y se queja de verse en algún pasaje del mismo retratada, procures calmarla, diciéndole que no sea tonta, queno es buen médico quien disimula la enfer- medad, sino quien la combate; ni es piedad dejar cerrado el tumor que mina la salud, sino abrirlo y apretarlo hasta que salga el mal y mane sangre pura, única manera de -curarlo radicalmente. Que no dé á conocer con ese escándalo farisáico su mucha ignorancia ó su grande orgullo: éste, si no puede sufrir que por su bien la corrijan; y aquélla, si no sabe que muchos de los santos venerados hoy en los altares han escrito de las religiosas y para las religiosas, lo que yo no me he atrevido á escribir, sin duda porque no hay en mi el celo por la gloria de Dios que había en ellos. Tal vez te responda, (si ella es de las que á los cincuenta años no han salido aún de los limbos de la inocencia), que doy pie á los enemigos de las órdenes religiosas, para que O

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